Hace un par de semestres, mientras unos compañeritos y yo estudiábamos en un rincón de la biblioteca de la U para una prueba, una compañerita hizo un comentario inesperado que me dejó pensando. No recuerdo bien el contexto, pero lo que me llamó la atención fue que ella dijera que pensaba que yo era un intelectual. ¿Intelectual? ¿Yo?
Hace unos días mientras almorzábamos, meses después de la primera mención, sin tampoco esperarlo, otra compañerita me preguntó, "¿Siempre fuiste un intelectual? ¿Siempre leíste libros?"
A ver, ¿yo, un intelectual? Aunque no lo tomo como una ofensa, me sorprende. Ahora caigo en la cuenta de que si dos compañeritas lo piensan, seguramente otras personas lo hacen también.
Cuando yo pienso en la palabra intelectual me viene a la mente la imagen de alguien en sus cuarentas o cincuentas, desaliñado, vistiendo una boina y llevando ya sea barba o chiva, refundido en un bar fumando una pipa, y filosofando y discutiendo con sus pares sobre imposibles.
Como le explicaba a mi compañerita en el almuerzo, si leo es porque me interesa saber el porqué de las cosas. Leo porque me quedo muchas veces insatisfecho con lo que se discute en clases o con lo que veo en las prácticas. Leo porque quiero enterarme de lo que los expertos saben y hacen. Leo porque quiero poder confiar en que lo que hago tiene sustento y sentido. Leo porque quiero transformar el conocimiento en beneficio para mis pacientes/clientes. En definitiva, leo porque quiero estar seguro de que estaré haciendo lo mejor que pueda cuando un paciente ponga su recuperación y sus esperanzas en mis manos.
¿Porque leo soy un intelectual? ¿O leo simplemente porque esa es mi forma de prepararme para ser un profesional responsable?
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