domingo, agosto 09, 2009

Construyendo rascacielos sobre arena

Casi sin excepción, los profesionales de la terapia física de mi país con quienes he conversado --y han sido muchísimos-- han reconocido que su educación formal fue deficiente en muchos aspectos, tanto en aquellos aspectos fundamentales como en aquellos menos importantes. Hace poco conversé sobre esto con un profesor, y él me dijo que históricamente la formación en la terapia física en nuestro país ha sido un "¡Sálvase quien pueda!", confirmando lo que yo dijera hace unos meses en este blog de que estudiar terapia física se había tratado siempre de un asunto de supervivencia individual. Por esta razón, un grupo de profesionales líderes, trabajando en los ámbitos gremial y educacional, están empeñados en que la situación cambie para las nuevas generaciones de terapeutas físicos, por el bien de ellas y de la profesión en su conjunto.

Hasta hoy, los profesionales de la terapia física de nuestro país se las han arreglado para compensar la deficiencia en la educación formal que han tenido, haciéndolo sobre la marcha durante el ejercicio profesional. En Ecuador, hay muchos profesionales de la terapia física que tienen décadas de experiencia y que han logrado construir, con dedicación, lucha e incluso sufrimiento, impresionantes --y envidiables-- carreras y reputaciones. Efectivamente, si pudiéramos comparar estas carreras con edificaciones, hay quienes han erigido auténticos rascacielos. Lo curioso es apreciar que han logrado sustentar sus edificaciones sobre arena, no sobre terreno firme.

Talvez por estas prominentes historias de éxito, o bien porque no se conoce una forma diferente de hacer las cosas, la noción de que la adquisición de conocimiento en la terapia física se puede diferir en su mayor parte a la práctica todavía prevalece; hay un desprecio por la teoría y una urgencia por lanzarse directamente a hacer alguna (cualquier) cosa; no se reconoce a la ciencia como una herramienta que nos ayuda a entender lo que hacemos (¡todavía creemos en tratamientos que desafían las leyes de la física, por ejemplo!); la evidencia científica es rechazada sin evaluar primero su valor; no se pone suficiente énfasis en materias fundamentales para nuestra profesión, como lo son la anatomía funcional, la biomecánica y el comportamiento motor; no hay cursos formales sobre la toma de decisiones clínicas, dando lugar a que cada uno tome decisiones sobre el cuidado de los pacientes como buenamente pueda; confiamos, y dependemos, desmedidamente en lo que profesores, tutores e instructores nos dicen en clases, en las prácticas y en cursos; en definitiva, todavía se pretende trabajar con el cuerpo sin realmente entender cómo él funciona, cómo los tratamientos que realizan los terapeutas físicos ejercen sus efectos y cómo intervenir de forma efectiva, eficiente y segura en el caso de cada paciente individual.

Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos de los líderes de esta profesión, estas tendencias prevalecen en generaciones que ahora se están formando, como yo ya anticipé en la primera entrada de este blog que cité al inicio de esta entrada. Si deseamos que las nuevas generaciones de terapia física lleguen más lejos que las actuales, por el bien de la profesión en general, tenemos que poner el mayor de los énfasis en que los estudiantes empiecen a construir sus carreras, ya no sobre arena, sino sobre terreno firme.

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