Antes de conocernos en persona, la fisioterapeuta extranjera (la "gringa") y yo tuvimos varias conversaciones por Internet. En esas circunstancias, no tuvieron que pasar muchos días para que yo adquiriera la confianza suficiente para contarle, sin reservas ni decoraciones, mis apreciaciones y sentimientos acerca de la profesión de la terapia física como yo la había conocido. De forma simultánea, la gringa también sintió comodidad suficiente para decirme, de igual manera sin ablandarse, algunas verdades sobre lo que ella observaba en mí; ella me impartió algo del tough love al que se refieren los gringos cuando se ven obligados a plantear las cosas sinceramente, tal como son y sin suavizarlas, a otra persona, incluso cuando existe el riesgo de herirla*.
En una de tales conversaciones, la gringa me hizo una observación que, sin exagerar, cambió el rumbo de mi vida:
No me parece que tengas un deseo ardiente por atender pacientes, y eso no me parece mal, ya que, como terapeuta físico, uno puede dedicarse a otras cosas, valiosas también. La pregunta es, entonces, ¿Qué es lo que tú realmente quieres hacer?A pesar de las pistas y señales que existían pero que jamás vi, pero que eran tan obvias que incluso alguien que apenas me conocía pudo notarlas, nunca antes había considerado con el detenimiento suficiente que, efectivamente, no me muero de ganas por atender pacientes, ni tampoco había pensado que, aún cuando eso fuera así, yo todavía podría hacer algo bueno por otras personas.
En ocasiones anteriores en este blog he dicho que mi involucramiento con la terapia física no se originó precisamente de un interés por la profesión en sí misma, sino por una curiosidad que nació en mí en torno a la estructura y funcionamiento del cuerpo humano, curiosidad que pensé yo satisfaría en gran medida en las aulas de la carrera de fisioterapia, un anhelo que ahora entiendo fue demasiado optimista e inocente. En ese sentido, actualmente me queda clarísimo por qué nunca me llamaron la atención las técnicas y métodos de la terapia física al mismo nivel que lo hacía la mera mención de las palabras "biomecánica" o (más recientemente) "comportamiento motor". Considero que el cuerpo humano es la más extraordinaria máquina que existe, y me emociona estudiarla desde esta perspectiva. Por lo visto, es imposible desprenderme de mi visión de ingeniería.
Como terapeuta físico, me sentiría como un soldado que, sin adiestramiento físico, mental, táctico o instrumental suficiente, se apresta para ir a la guerra, y que por esos motivos su destino inevitable es perecer prematuramente sin dar mayor lucha. Por otro lado, como alguien interesado en el cuerpo humano como una fabulosa y maravillosa máquina, me siento más ansioso, deseoso, interesado e inspirado, y pienso que puedo aportar en mayor grado para el beneficio de otros. Considero que los temas presentados en este blog en el último tiempo son evidencia de este cambio de orientación.
Teniendo en cuenta esto, no me queda otra opción que reformular este blog, algo que tendrá lugar próximamente.
(* Aclararé que nunca me sentí atacado ni ofendido por las expresiones de mi amiga; al contrario, me sentí liberado por muchas de ellas.)