El artículo del New York Times titulado Physical Therapy and the Camaderie of Healing, narra las experiencias que la autora ha tenido con la terapia física después de sufrir múltiples lesiones y someterse a varias operaciones quirúrgicas a lo largo de su vida.
Mientras leía este artículo, en mi mente se recreaban las experiencias que yo he tenido como practicante en centros de rehabilitación. Es interesante tener un recuento de la experiencia de la rehabilitación desde el punto de vista de un paciente, vivencia que, según nos cuenta el artículo, involucra mucho tiempo, dolor y tedio, pero también progreso y mejoría.
Me parece particularmente curioso lo que dice el artículo de que uno de los pocos puntos positivos de pasar tanto tiempo en rehabilitación --semanas, meses o incluso años-- puede ser la relación (la "camaradería") que se forma entre los pacientes que asisten simultáneamente al centro de rehabilitación, pero especialmente aquella relación que se establece entre el paciente y el terapeuta: cómo uno se entera de la vida personal del otro y cómo se forma una especie de "intimidad", la cual no es buscada ni deseada por el paciente, sino que es accidental. Como dice el artículo, el terapeuta físico pasa muchísimo más tiempo con el paciente que el médico, y por tanto se crea esa oportunidad de comunicación y vinculación.
Saliéndome un poco del tema del artículo, pienso que los terapeutas físicos (al igual que otros profesionales como los médicos, los abogados, y los psicólogos, entre otros) tenemos que saber cómo manejar adecuadamente esa "intimidad" que desarrollamos con los pacientes/clientes, particularmente si ellos pasan por momentos vulnerables o delicados de sus vidas. Es un asunto ético que hay que tener en cuenta en todo momento, especialmente cuando la relación paciente-terapeuta involucra a personas de distinto sexo y pudiera transformarse en una relación sentimental.
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